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Desgarrándose en la soledad errabundo andaba en la noche, refugiándose en la obscuridad, cobijado de viejos dolores. Era un barco sin velas ni mar, un suspiro perdido en el viento, su corazón era tempestad, un latido intenso, violento. Era un hombre con ganas de amar, reclamando el calor, pero su alma hendida no le permitía saciar su ambición, cada beso se hundía en tierras sombrías de la compasión. Caminaba tras de la ilusión, mas no hallaba cuál era el sendero que conduce hacia la bendición de llegar hasta el amor perpetuo. Lo que no sabía ese hombre infeliz era que hay que llegar a sí mismo, cómo se puede amar sin sentir que has salido de tu propio abismo. Sepultado entre penas de su lamentable existir, se consumía su vida y día con día sentía morir, tanta falta de amor a cualquier hombre lleva a un camino gris. |